8.7.09

Los Buscadores / The Finders

Disclaimer: Ni Fara ni Star Fox me pertenecen. Son propiedad de Benimaru Itoh y Shigeru Miyamoto, respectivamente. John, Allison y Lucy, entre otros son creación mía, por lo tanto si alguien quiere usarlos deberá por lo menos darme crédito a mi.

Fanfic Rating: T

" " Lo que se dice
[ ] Links a canciones que se escuchan bien en la escena siguiente

terminado el 08/08/06
editado el 09/07/08

retomado el 30/12/08
retomado 08/07/09
retomado 03/04/13 heh x)


Last Wish
Chapter 2 - The Finders
by Millia Vargas

Aún podían verse las estrellas en el cielo de la ciudad, cuando Fox tuvo que levantarse. Estaba acostumbrado a despertarse temprano, pero la idea de volver a la escuela y convivir con un montón de adolescentes malcriados le daba escalofríos.

Luego de vestirse y tomar un rápido desayuno, Fox se colocó en la zona bajo la nuca el chip de monitoreo que había dejado Katt la noche anterior. Del sobre amarillo extrajo su nueva tarjeta de identificación y la pequeña y fiel computadora portátil que todo estudiante aplicado llevaba consigo a la escuela. Dando un último suspiro, Fox finalmente dejó la habitación.

Afuera, las luces del pasillo se encendían una a una a medida que avanzaba, guiándolo efectivamente hacia la puerta del ascensor, que abrió sus puertas de par en par para recibirlo. Una vez cerradas las puertas, el ascensor comenzó a descender.

Durante el recorrido, en las paredes del ascensor se desplegaban distintos tipos de publicidad y propaganda. Desde imágenes de jets empresariales y vacunas para enfermedades que él creía que eran incurables.

Fox se dio cuenta de que a medida que bajaban en pisos, el tipo de avisos comerciales iba cambiando. Por el piso número cien, se desplegó la publicidad para el más reciente invento de los laboratorios de Zoness Enterprising Trading Markets: El nuevo Freelander.

Era sabido que los freelanders eran originarios de Zoness, pero nunca tuvieron demasiado impulso fuera del planeta, puesto que para flotar utilizaban un peculiar y escaso combustible. Al parecer, los nuevos freelanders eran vehículos urbanos más ligeros, capaces de volar sin necesidad de utilizar el raro combustible que usaban los antiguos. Recordaría mencionárselo a Slippy. Seguro le interesaría.

Después de eso, sólo se mostraron comerciales de comida enlatada y cafeterías.

A pesar de encontrarse en un quingentésimo piso, el ascensor no tardó mas de unos minutos en descender. Las puertas se abrieron de par en par y lo dejaron a su suerte en el hall del hotel, donde lo recibió un guepardo vestido con un traje lo suficientemente jocoso como para desprender una sonrisa de su cara.

"Su vehículo lo está esperando, señor", dijo el encargado solemnemente.

"¿Mi vehículo?", preguntó Fox perplejo.

"Señor Kei Fox", dijo el encargado, cerrándole un ojo. "Permítame mostrarle el camino".

Fox comprendió el gesto de inmediato y siguiéndole el juego, dejó que lo guiara a los estacionamientos del hotel, donde lo esperaba un freelander negro con vidrios polarizados. El guepardo abrió la puerta trasera por donde Fox entró, el sujeto cerró la puerta a sus espaldas e ingresó por la puerta delantera, poniendo el vehículo en marcha. No había nadie más adentro.

"El general Pepper lamenta no haberle avisado esto con anticipación, pero sospecha de un desertor entre los altos mandos. Me ha enviado a escondidas, sin el consentimiento de ninguno de ellos..."

Fox giró los ojos en desinterés, no era algo que no hubiera sospechado antes de ser exiliado. También les había advertido de ello.

"... Pepper no lo demuestra, pero he pasado suficiente tiempo con él y sé que está preocupado. Perder el rastro de una agente de un momento para otro es grave. Debe ser muy cuidadoso con los Buscadores, McCloud".

"¿Qué más saben de ellos? A Monroe se le negó esa información". Al fin había algo que podría serle útil y que este sujeto sabía.

"Nosotros no sabemos más de ellos de lo que ustedes saben. Pero puedo decirle, es seguro que ellos ya saben que usted está en camino. Sus redes se extienden más allá de un simple montón de estudiantes".

"¿Es posible que estén relacionados con el detractor de Corneria?"

"La verdad es que no sabemos cuales son sus verdaderas intenciones. Si de verdad ayudan a civiles bajo el poderío de Andross, o si están tratando de despistarnos".

Fox se cruzó de brazos y frunció el ceño.
"Si se trata de una segunda misión, entonces exijo que se nos pague el doble".

"Dalo por hecho. Encuentra a los Buscadores y averigua sus intenciones. Sospechamos que ese tal Johann Krause es el líder".

Muy bien, partiría donde Samantha Coll había quedado. Se aseguraría de ser muy bullicioso.

"¿Qué tal es Papetoon?", preguntó el guepardo intentando aligerar los ánimos.

Fox sonrió ante la pregunta y relajó su postura. Habían buenos y malos recuerdos del pequeño planeta. Guardaría los buenos para siempre.

Cuando llegaron, Fox descendió del automóvil,  viejos recuerdos de antes de unirse a la Fuerza Aérea volvieron a su mente cuando entró por el portal de su nueva escuela, observó para atrás, el vehículo ya no estaba. Su misión estaba oficialmente en marcha.

Había una liebre mayor en la entrada. Varón, mediana estatura, de unos cuarenta años, pero no correspondía a la descripción que había dado Samantha Coll en la bitácora. Además bien podría ser un inspector.

Tenía diez minutos antes de que las clases comenzaran, así que muy bien podía poner en marcha su plan. Comenzaría por preguntar a los locales.

Su primera victima, un coyote. Se aproximó rápidamente a él
"Hey, ¿conoces a Los Buscadores?"

El coyote pasó de largo sin decir una palabra. Está bien, quizás no era del tipo que responde preguntas a extraños, pero ese venado no parece tan huraño....

"Disculpa, busco a Los Busc-"
Pero el venado dio media vuelta y se fue sin decir más. Que extraño.

Pasaron algunos minutos con este mismo esquema de prueba y error, y el resultado siempre era el mismo. No había respuesta, ni siquiera una palabra, o un intercambio de miradas, ni un gesto. Fox aún no se daba por vencido y fue a una banca en el patio a pensar como podría sacar la información que necesitaba en una escuela donde, aparentemente, nadie hablaría del tema.

Estuvo así todo el tiempo hasta que sonó la campana, pero no se  inmutó. Mas bien se acomodó aún más en la banca, mientras todos los demás se apresuraban para llegar antes que la clase comenzara. Es correcto que él había aceptado ser inscrito en la escuela, pero no significaba que debía asistir a las clases, ¿cierto?. Sonrió para sí mismo cuando ese pensamiento pasó por su cabeza.

Ilusos.

Pasó ahí un buen rato, tomando los primeros rayos de sol mientras pensaba, hasta podría decirse que comenzaba a aburrirse.

"Eres nuevo," dijo una voz por detrás suyo. "Corneria ¿No?"

Fox volteó la cabeza para ver al recién llegado, era la liebre.

"¿Qué haces afuera?" Preguntó.

"Si no sabe dónde puedo encontrar a los Buscadores, será mejor que me deje en paz".

La liebre no respondió.

Fox lo miró de reojo, algo decepcionado porque al parecer nadie tenía respuestas.
"Preocúpese por sus asuntos", dijo finalmente.

La liebre suspiró y lo agarró del brazo con fuerza, levantándolo de la banca y guiándolo hacia una de las salas de clase. "Es extraño que lo digas, como inspector de esta escuela, los alumnos son mi único asunto. Y más aún cuando se trata de vagos como tú".

"¡¿Cómo sabes que esa es mi sala?!", dijo Fox mientras avanzaba, renuente.

"No lo sé. Pero es mejor que tenerte vagando en el patio", replicó el inspector mientras abría la puerta. "Bioética servirá para que tomes más en serio tu vida", continuó con algo de sarcasmo en su voz.

Fox gruñó. Claro que tomaba en serio su vida, quizás demasiado en serio.

La sala estaba casi vacía y había un silencio sepulcral.

"Clase, este alumno necesita sentirse más bienvenido", dijo el inspector mientras sostenía a Fox por la parte posterior del cuello, haciendo un poco de presión.

"Puedes sentarte ahí", dijo la profesora de turno, señalando con el dedo un pupitre desocupado en la primera fila. Fox obedeció para liberarse de la mano que sostenía su cuello por detrás cada vez con más fuerza y se sentó.

El inspector se fue y la clase continuó sin más preámbulos.

Pasaron algunos minutos y Fox pudo sentir que le estaban dando topones a su espalda, lo ignoró al principio, pero cuando sintió que no se detenían, decidió encarar al chistoso que lo molestaba, se volteó y vio a un pequeño felino blanco que lo observaba furioso.

"¿Acaso no eres demasiado pequeño para estar en esta clase?" Le dijo Fox, burlándose.

"Tú no estás aquí por estudiar. ¿Cuál es tu asunto con los Buscadores?", el felino le mostró sus afilados colmillos.

Fox frunció el ceño y gruñó. "Para mi no son más que un mito, es imposible que-"

"¿Cuál es tu asunto con los Buscadores?", volvió a preguntar, alzando levemente el tono de su voz.

"Necesito encontrar a una persona. Alguien me dijo que aquí podría encontrarlos", dijo Fox mirando al gato de reojo, algo de escepticismo en su voz.

"No vuelvas a preguntar por ellos abiertamente otra vez. Nunca". Fue lo último que murmuró el felino mientras resumía el trabajo en su pupitre. No hubo más intercambio de palabras entre los dos por el resto de la clase, que extrañamente, nunca se había interrumpido durante toda la conversación.

Fox pasó todo ese tiempo pensando cómo ubicar ese discreto grupo de personas. El felino, sin querer, había revelado algo muy importante sobre los Buscadores: Ese tipo de sigilo sólo se daba cuando alguien era perseguido por las autoridades o corría riesgo de ser asesinado.

¿Exactamente qué estaba sucediendo en Zoness?

El recreo en esa escuela era distinto a los recreos que habían en Corneria, donde Fox creció. Por alguna razón, tenía la extraña sensación de ser continuamente observado. Al parecer no era el único que sentía lo mismo, no pudo ignorar el hecho de que todos los estudiantes eran más precavidos de lo normal y limitaban su conversación a no más de lo cotidiano, tratando incluso de no levantar demasiado la voz. Ese tipo de tensión se percibía en el aire.

¿Dónde encontraría a los Buscadores en esta escuela? Todos eran extremadamente precavidos y actuaban como si fueran a ser fusilados de un día para otro. No había nada anormal ni sospechoso en eso, no en ese lugar.

Fox comenzó a pensar que el gato petiso y fanfarrón le había jugado una treta. Decidió renunciar a esa fútil búsqueda y partió a encontrar al gato blanco que lo amenazó en clase.

No fue difícil encontrar al sujeto en cuestión. Más bien, parecía como si el gato hubiera querido ser encontrado, estaba ahí el inspector que lo había amonestado también, la liebre de montaña, una felina y una fennec. Era el único grupo que se encontraba sentado, mientras todos los demás se hallaban de pie y pasaban de largo como si no pudieran verlos, como si no estuvieran ahí. O como si estuvieran ocultándolos.

Un escalofrío corrió por su espalda. Algo en sus entrañas le decía que ellos eran lo que él estaba buscando. Y cada hueso de su ser estaba decidido a averiguarlo. Fox inhaló aire profundamente y con pasos firmes se dirigió al centro del patio, donde se encontraban el felino y su grupo. Acababa de sonar la campana, pero ya no importaba. Si no hubiera estado tan tenso, y no siguiera sintiéndose observado, una carcajada sarcástica habría escapado de sus labios. Nunca pensó que sería tan fácil encontrar a los Buscadores.

Una fría brisa pasó por entre los cuerpos arrodillados de los jóvenes. Estaban sentados en círculo sin despegar la mirada del compañero que se encontraba en frente, esperando por la señal en silencio. Alrededor, se oían conversaciones, murmullos y risas, todos distorsionados por el silencio creado en el interior del círculo, silencio semejante al que se siente cuando se está sumergido en el agua.

La felina de pelo azul cerró los ojos y suspiró.
"Habrá tormenta", dijo.

Los demás asintieron en silencio y la felina gruñó en respuesta, el silencio comenzaba a agobiarla.

"Es importante que nadie sepa lo que hacemos, Allison", dijo el menor de los integrantes del grupo. Era el gato blanco. "Debemos esforzarnos por hacernos visibles sólo a aquellos que quieren encontrarnos". A esto asintieron los dos conejos.

La fennec, por otro lado, no pudo dejar de notar que estaban siendo observados por alguien más, sus amplias orejas se ocultaron detrás de su cabeza.
"Alguien viene, John".

En cuestión de minutos el patio estaba completamente despejado. Los únicos sujetos que quedaban eran 'Los Buscadores' y 'El Usuario'.

El gato blanco se puso de pie para intercambiar miradas con Fox.

"Lo sé". Presentía algo extraño en él, pero era trabajo de ellos encontrar, no cuestionar. "Fara, tu nombre debe permanecer en secreto con este sujeto".

La fennec observó a John, preocupada. Cuando John decía eso, era porque sospechaba del cliente. Un cliente sospechoso siempre significaba un trabajo sucio.

"¿Quién es él?", murmuró Fara.

"Kei Fox", respondieron los dos conejos al unísono.

"Es nuevo, lo transfirieron desde Corneria", continuó John, nunca despegando la vista de los ojos de Fox, mientras éste se aproximaba cada vez más. Sabía que en el lenguaje de los canes observar directamente a los ojos era sinónimo de amenaza, y de esa manera lo quería. A esta distancia, John estaba consciente de que todo lo que murmuraran sería escuchado, por lo que decidió no decir más, e hizo callar al resto.

Allison había permanecido en silencio todo el tiempo, no sólo sentía la misma sensación de inseguridad hacia el nuevo cliente, sino que además, le parecía haber visto antes al sujeto en cuestión. No recordaba donde.

Fox se detuvo frente a John, notó que había sido absorbido por el silencio que los jóvenes habían estado generando por medio de alguna extraña tecnología, ahora estaban completamente ocultos de los oídos de los demás, a pesar de estar frente a sus propias narices.

A cualquiera ajeno a la situación, le hubiera parecido bizarro, e incluso hilarante, ver al pequeño niño gato que apenas superaba el metro, parándose imponente bajo un zorro de metro ochenta. John enderezó sus hombros en un fútil intento por parecer más alto, aún así no lo ayudaba a superar el metro y algo de estatura. Ser un niño genio tenía sus desventajas en ese tipo de situaciones, pero John aparentaba no importarle ese pequeño detalle.

"Así que son ustedes. Con razón este gilipollas se enfadó tanto cuando pregunté dónde encontrarlos", dijo Fox finalmente, señalando con el dedo a John.

"¿Gilipollas?", preguntó John, sonriendo sarcásticamente en dirección a Fox y comenzando a molestarse, en alguna parte de su cabeza sentía esa vena comenzando a palpitar.

Por un segundo el silencio de la burbuja se rompió y el ruido del exterior invadió los oídos de todos.

"¡John!", murmuró Fara, desesperación en su voz.

El silencio volvió en cuanto John recobró su compostura. Fox por su parte, tomó nota y se propuso no volver a provocar al felino, algo en perturbar el calmo ambiente del interior afectaba la capa protectora que los escondía. Tendría que averiguar qué clase de tecnología utilizaban un día de estos.

"¿A quién estás buscando?", preguntó John, sacando a Fox de sus pensamientos.

"¿Quién es el líder? Prefiero hablar con él".

"Yo soy", dijo John tranquilamente, "¿a quién estás buscando?".

Fox suspiró, sabía que no podía ser cierto, pero decidió dejar pasar eso.
"Johnann Krause"

Inmediatamente, Fox pudo notar un cambio de aire en el ambiente, un aire frío chocó contra su cuerpo penetrando hasta sus huesos. Algo en ese frío le decía que nada estaba bien, algo dentro de su ser le decía que corriera, que escapara, que botara la misión. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Había Samantha sentido esto también? ¿Quién era Johann Krause?

Él era más fuerte. Ninguno de sus pies se despegó de la posición en que se encontraban, Fox decidió quedarse.

Y algo en ese frío ambiente se rompió.

La fennec levantó la cabeza y por primera vez intercambió miradas con él. Eran ojos llenos de asombro... y tristeza. Los dos conejos miraban hacia el suelo y la felina emitió un pequeño gruñido.

La infantil carcajada de John rompió el silencio, él parecía ser el más relajado del grupo y lo demostró dándole la espalda a Fox y sentándose nuevamente en el suelo, observando a sus compañeros Buscadores.

"¿No les dije?", dijo finalmente, "Lara, por favor hazle espacio a Kei"

Fara observó a John extrañada, pero hizo espacio al nuevo cliente, como se lo habían pedido.

Ese cambio de actitud fue lo que más asustó a Fox. Algo en esa risa sin sentimientos y el frío que aún sentía su cuerpo le hacían sospechar de todo lo que se estaba presentando frente a sus ojos. Hubiera preferido quedarse de pie, pero ya no había vuelta atrás. Sin titubear se sentó, justo entre la fennec y el gato.

"Dime, Kei. ¿Cual es tu relación con ese tal Johann?" Preguntó John, su compostura y forma de hablar eran tan ligeras que parecía como si estuviera hablando del clima... o como si hubiera tenido esa conversación antes.

La pregunta tomó a Fox completamente por sorpresa, pero decidió probar su suerte.
"Sé de alguien que él conoce que murió en Garden City hace cinco años-"

"¿Quien eres realmente?" inquirió John, su semblante completamente serio ahora.

"¿Dónde está Samantha Coll?", preguntó Fox con el mismo grado de seriedad. Al parecer, había dado justo en el clavo y si estaban comenzando a sospechar de él, muy bien podía salirse un poco de su personaje.

John sonrió.

"Lara te guiará", dijo mientras su mano se aproximaba al cuello de la camisa de Fox.

"No nos busques a nosotros, nosotros iremos a ti". Con esas palabras, el gato observó a el inspector, quien se levantó de su puesto y se acercó a Fox.

"Ya no necesitas esto", dijo y lo agarró nuevamente del cuello, de la misma forma como lo había sostenido durante la clase y retiró un pequeño fragmento de un metal que Fox no pudo descifrar con claridad. En cuestión de segundos el silencio del grupo desapareció, los Buscadores se pararon lentamente y se retiraron.

Fox no intentó seguirlos ni buscarlos. Si de algo se dio cuenta, fue que ninguno de ellos poseía olor.

Fue así como se encontró solo junto con el inspector, quien suspiró.
"Así que tu estabas con ellos todo el tiempo", dijo Fox luego de un rato. "¿No era más fácil decirme eso desde un principio?"

"No".

"Ah... No tenías que ser tan conciso ¿Sabes?"

"No suelo decir mucho luego de estas reuniones, pero debo admitir que tu origen me parece muy particular", dijo el conejo, pensativo.

"¿Como así?" Preguntó Fox, simulando inocencia.

El conejo calló e inspeccionó a Fox con la mirada por un buen rato.

"En primer lugar, no pareces tener 18 años. Me compro la idea que seas de Corneria por tu acento, pero por tu aspecto, diría no has estado allá en bastante tiempo. Tu compostura aparentemente relajada oculta mucha cautela detrás, casi militarizada..."

"¿Qué demonios eres? Me asustas, conejo" Dijo Fox tratando de disimular su asombro.

"Soy el último mensajero".

Fox no pudo contener la carcajada que escapó de su boca y se mofó abiertamente del título del conejo. El conejo por su parte, sonrió forzosamente, tratando de recoger algo de su orgullo del suelo, pues creía que su dramatismo sonaría bastante genial.

"¿Irás o no?" Preguntó finalmente, algo molesto.

"Sí, sí. No hay duda", respondió Fox, secándose las lágrimas de los ojos mientras cesaba de reír.

"Mañana a las seis de la mañana, salida 145 de la ruta 68".

"Comprendido".

"En fin, ya encontraste lo que buscabas ¿Qué le dirás a tus superiores?"

"No tengo superiores", replicó Fox, mientras se retiraba. "Y tampoco he encontrado lo que estoy buscando". Dicho eso, Fox se retiró de la escuela, no tenía sentido quedarse un momento más.

Vagó por la ciudad hasta estar seguro de que nadie lo seguía y se dirigió al hotel donde estaban alojando.

Investigar a los Buscadores sería un desafío que tendría que descifrar mañana.

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